19 de enero de 1942 nace el poeta peruano Javier Heraud. Conoce aquí las efemérides del día.
**Nota de Galia Gálvez publicado el 15 de Mayo de 2013, diario La Repúlica.
"Hace cincuenta años murió el poeta y guerrillero Javier Heraud acribillado en el río Madre de Dios. Alaín Elías y Víctor Zambrano recuerdan ahora ese hecho: el primero estaba junto al poeta, en la canoa, como compañero de la aventura guerrillera, y el segundo era un adolescente que miraba con estupor cómo miembros de la Guardia Republicana y la población disparaban contra el poeta que había escrito premonitariamente “Yo nunca me río/de la muerte./ Simplemente/ sucede que/ no tengo/ miedo/ de/ morir/ entre/ pájaros y árboles”.
En ese entonces, Víctor Zambrano, hoy periodista y defensor de la causa ecológica de Puerto Maldonado, era un adolescente de 17 años y como parte de la población que se hallaba conmocionada por el despliegue militar nunca antes visto en la ciudad, quería saber qué pasaba. De curioso se metió bajo la ribera del río Madre de Dios, y vio cómo dos jóvenes blancos, uno muy alto, ojeroso y otro que iba al mando, intentaban escapar en una canoa que no podían controlar, mientras balas de los dos frentes del río les llovían.
Al promediar las 10 de la mañana Javier y Elías, se encontraban apostados entre los árboles cuando súbitamente cerca de ellos cayeron varios disparos. La policía los hacía retroceder. Desesperados escapan hacia un farallón junto al río. Se lo juegan todo: o se lanzan al río o se les va la vida. El Madre de Dios tiene 1,000 metros de ancho.
“Para animarnos mutuamente entonces nos decimos ‘este río es suave’. Pero no, al caer en sus aguas sentimos lo contrario”, recuerda Elías.
La corriente de dentro es intensa y golpea. El calor se aviva en Puerto Maldonado y el contacto con el agua les produjo un estado electrizante. “Varias balas revientan muy cerca de nosotros”, detalla Alaín.
Nadan por sus vidas. En un momento, dice Zambrano, los brazos del joven poeta se agotan y se deja llevar por su compañero. Flota casi a la deriva sobre su bolso de cuero, extenuado. La policía ha entrado en lancha al río para cogerlos. La población, azuzada, también les dispara. Sienten la vibración que deja cada impacto en el agua. “Alaín es herido en el cuello y ya no puede remar”, recuerda el periodista.
Víctor Zambrano, desde su ubicación, observa que los jóvenes están dispuestos a rendirse y que piden a gritos que cesen los disparos. Observa cómo la canoa viaja a la deriva y que los chicos –él más alto– piden el cese del fuego y a ratos intenta contestar el ataque. “Remaban y remaban pero no podían hasta que la canoa a la deriva llegó a la mitad del río cerca de la desembocadura del río Tambopata”. Los muchachos ataron un polo blanco a uno de los remos en signo de paz.
Javier mira a su compañero como si estuviese a punto de saltar a un peñasco. Eleva despacio su arma y la pone sobre su sien. “No hay nada que hacer Alain; mira, la población también nos dispara…”. El poeta eleva el remo con el polo blanco atado, pero los disparos no cesan. “Alain, me han dado”. Una primera bala perfora la clavícula del joven poeta. “Échate”, le grita Alain.
Un “Altooo… no disparen” se escucha desde el río.
En el momento en que el poeta pide el cese, una bala ‘dum dum’ perfora su espalda y le sale por el pecho, dejándole un boquete en forma de flor. Cae recostado y todo el fuego se centra sobre él. Alain piensa que Javier se ha desmayado. Al interior de la canoa el agua que se ha filtrado hasta la mitad está teñida de rojo y comienza a entintar el río.
Una lancha de la Guardia Republicana llega junto a ellos. “Todavía puede vivir”, piensa Alain, “aún respira”. El sol ciega. Un oficial intenta rematarlo, pero es detenido por su subalterno. Javier está callado, tiene 19 disparos en todo el cuerpo, casi la misma edad que posee.
La población curiosa se agrupa a la orilla del río cuando los policías trasladan a los abatidos. La canoa es una tina de sangre. Javier y Alain son llevados en una frazada hasta una camioneta. Los pájaros empiezan a cantar junto al río, también rumor de árboles en el viento cuando ya los disparos han cesado. El poeta había entregado su vida por un ideal"
El Río
1
Yo soy un río,
voy bajando por
las piedras anchas,
voy bajando por
las rocas duras,
por el sendero
dibujado por el
viento.
Hay árboles a mi
alrededor sombreados
por la lluvia.
Yo soy un río,
bajo cada vez más
furiosamente,
más violentamente
bajo
cada vez que un
puente me refleja
en sus arcos.
2 Yo soy un río
un río
un río
cristalino en la
mañana.
A veces soy
tierno y
bondadoso. Me
deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de
día,
y
de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.
3 Yo soy el río.
Pero a veces soy
bravo
y
fuerte
pero a veces
no respeto ni a
la vida ni a la
muerte.
Bajo por las
atropelladas cascadas,
bajo con furia y con
rencor,
golpeo contra las
piedras más y más,
las hago una
a una pedazos
interminables.
Los animales
huyen,
huyen huyendo
cuando me desbordo
por los campos,
cuando siembro de
piedras pequeñas las
laderas,
cuando
inundo
las casas y los pastos,
cuando
inundo
las puertas y sus
corazones,
los cuerpos y
sus
corazones.
4 Y es aquí cuando
más me precipito
Cuando puedo llegar
a los corazones,
cuando puedo
cogerlos por la
sangre,
cuando puedo
mirarlos desde
adentro.
Y mi furia se
torna apacible,
y me vuelvo
árbol,
y me estanco
como un árbol,
y me silencio
como una piedra,
y callo como una
rosa sin espinas.
5 Yo soy un río.
Yo soy el río
eterno de la
dicha. Ya siento
las brisas cercanas,
ya siento el viento
en mis mejillas,
y mi viaje a través
de montes, ríos,
lagos y praderas
se torna inacabable.
6 Yo soy el río que viaja en las riberas,
árbol o piedra seca
Yo soy el río que viaja en las orillas,
puerta o corazón abierto
Yo soy el río que viaja por los pastos,
flor o rosa cortada
Yo soy el río que viaja por las calles,
tierra o cielo mojado
Yo soy el río que viaja por los montes,
roca o sal quemada
Yo soy el río que viaja por las casas,
mesa o silla colgada
Yo soy el río que viaja dentro de los hombres,
árbol fruta
rosa piedra
mesa corazón
corazón y puerta
retornados,
7 Yo soy el río que canta
al mediodía y a los
hombres,
que canta ante sus
tumbas,
el que vuelve su rostro
ante los cauces sagrados.
8 Yo soy el río anochecido.
Ya bajo por las hondas
quebradas,
por los ignotos pueblos
olvidados,
por las ciudades
atestadas de público
en las vitrinas.
Yo soy el río
ya voy por las praderas,
hay árboles a mi alrededor
cubiertos de palomas,
los árboles cantan con
el río,
los árboles cantan
con mi corazón de pájaro,
los ríos cantan con mis
brazos.
9 Llegará la hora
en que tendré que
desembocar en los
océanos,
que mezclar mis
aguas limpias con sus
aguas turbias,
que tendré que
silenciar mi canto
luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al
alba de todos los días,
que clarear mis ojos
con el mar.
El día llegará,
y en los mares inmensos
no veré más mis campos
fértiles,
no veré mis árboles
verdes,
mi viento cercano,
mi cielo claro,
mi lago oscuro,
mi sol,
mis nubes,
ni veré nada,
nada,
únicamente el
cielo azul,
inmenso,
y todo se disolverá en
una llanura de agua,
en donde un canto o un poema más
sólo serán ríos pequeños que bajan,
ríos caudalosos que bajan a juntarse
en mis nuevas aguas luminosas,
en mis nuevas
aguas
apagadas.
Del poemario: "El Río". Lima. 1960.
El Río
1
voy bajando por
las piedras anchas,
voy bajando por
las rocas duras,
por el sendero
dibujado por el
viento.
Hay árboles a mi
alrededor sombreados
por la lluvia.
Yo soy un río,
bajo cada vez más
furiosamente,
más violentamente
bajo
cada vez que un
puente me refleja
en sus arcos.
2 Yo soy un río
un río
un río
cristalino en la
mañana.
A veces soy
tierno y
bondadoso. Me
deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de
día,
y
de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.
3 Yo soy el río.
Pero a veces soy
bravo
y
fuerte
pero a veces
no respeto ni a
la vida ni a la
muerte.
Bajo por las
atropelladas cascadas,
bajo con furia y con
rencor,
golpeo contra las
piedras más y más,
las hago una
a una pedazos
interminables.
Los animales
huyen,
huyen huyendo
cuando me desbordo
por los campos,
cuando siembro de
piedras pequeñas las
laderas,
cuando
inundo
las casas y los pastos,
cuando
inundo
las puertas y sus
corazones,
los cuerpos y
sus
corazones.
4 Y es aquí cuando
más me precipito
Cuando puedo llegar
a los corazones,
cuando puedo
cogerlos por la
sangre,
cuando puedo
mirarlos desde
adentro.
Y mi furia se
torna apacible,
y me vuelvo
árbol,
y me estanco
como un árbol,
y me silencio
como una piedra,
y callo como una
rosa sin espinas.
5 Yo soy un río.
Yo soy el río
eterno de la
dicha. Ya siento
las brisas cercanas,
ya siento el viento
en mis mejillas,
y mi viaje a través
de montes, ríos,
lagos y praderas
se torna inacabable.
6 Yo soy el río que viaja en las riberas,
árbol o piedra seca
Yo soy el río que viaja en las orillas,
puerta o corazón abierto
Yo soy el río que viaja por los pastos,
flor o rosa cortada
Yo soy el río que viaja por las calles,
tierra o cielo mojado
Yo soy el río que viaja por los montes,
roca o sal quemada
Yo soy el río que viaja por las casas,
mesa o silla colgada
Yo soy el río que viaja dentro de los hombres,
árbol fruta
rosa piedra
mesa corazón
corazón y puerta
retornados,
7 Yo soy el río que canta
al mediodía y a los
hombres,
que canta ante sus
tumbas,
el que vuelve su rostro
ante los cauces sagrados.
8 Yo soy el río anochecido.
Ya bajo por las hondas
quebradas,
por los ignotos pueblos
olvidados,
por las ciudades
atestadas de público
en las vitrinas.
Yo soy el río
ya voy por las praderas,
hay árboles a mi alrededor
cubiertos de palomas,
los árboles cantan con
el río,
los árboles cantan
con mi corazón de pájaro,
los ríos cantan con mis
brazos.
9 Llegará la hora
en que tendré que
desembocar en los
océanos,
que mezclar mis
aguas limpias con sus
aguas turbias,
que tendré que
silenciar mi canto
luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al
alba de todos los días,
que clarear mis ojos
con el mar.
El día llegará,
y en los mares inmensos
no veré más mis campos
fértiles,
no veré mis árboles
verdes,
mi viento cercano,
mi cielo claro,
mi lago oscuro,
mi sol,
mis nubes,
ni veré nada,
nada,
únicamente el
cielo azul,
inmenso,
y todo se disolverá en
una llanura de agua,
en donde un canto o un poema más
sólo serán ríos pequeños que bajan,
ríos caudalosos que bajan a juntarse
en mis nuevas aguas luminosas,
en mis nuevas
aguas
apagadas.
Del poemario: "El Río". Lima. 1960.
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