sábado, 28 de noviembre de 2015

¿Qué hay para leer? : El Capital de Thomas Piketty

 
Thomas Piketty (pronúnciese “Tomás Piketí”) ha revisado más de un siglo de datos de la economía de dos decenas de países. Los cálculos sobre lo que esos países produjeron e ingresaron. Los datos de cómo distribuyeron sus ingresos. El economista ha recogido los cálculos sobre la riqueza mundial y cómo llega. Ha mirado en cada rincón de la economía mundial y de su historia. El trabajo y su muy fluida exposición a lo largo del libro, que se recorre más como un paseo que como una escalada, proporciona decenas de datos curiosos y de ejemplos e ilustraciones interesantes. Pero la línea argumental es muy poco anecdótica, muy sustancial y muy inspiradora.
Piketty plantea el problema nada más empezar el libro: “Cuando la tasa de rendimiento del capital supera la tasa de crecimiento de la producción y el ingreso, como sucedió en el siglo XIX y parece bastante probable que pase en el XXI, el capitalismo genera automáticamente desigualdades arbitrarias e insostenibles que dañan radicalmente los valores meritocráticos sobre los que se asientan las sociedades democráticas”.
Pese a la complejidad de los análisis, sobre los que, sin embargo, el economista francés te guía de manera sumanente didáctica, la tesis es bastante sencilla: no es verdad ese axioma conservador según el cual “el aumento del caudal eleva a todos los barcos”, es decir, que el crecimiento favorece a todos de forma similar. No: hay momentos en la historia, explica y demuestra el libro, en que a través de incrementos muy superiores del rendimiento del capital (inmuebles, por ejemplo), una concentración de la riqueza en unas pocas manos, salarios estratosférios, autoconcedidos y completamente injustificables a los grandes directivos, y unas leyes que permiten que eso se perpetúe y aún aumente (eliminando impuesto de sucesiones o facilitando transmisiones patrimoniales), crece la desigualdad y el famoso 1% se refuerza en sus privilegios y su extraordinario poder.
Sucedió, dice Piketty, en el siglo XIX, y podría estar pasando ahora, especialmente desde los años 70 y 80. No sucedió en el siglo XX porque las guerras mundiales actuaron como un nivelador que alivió las desigualdades por la vía más trágica y porque en los años 50 se optó por el Estado Social como modelo, con fuertes inversiones públicas en igualdad a través de la educación pública, la salud pública, las pensiones y los subsidios, etc. Naturalmente, eso implicó la instauración de un sistema fiscal progresivo, improvisado en buena parte en el periodo caótico de las dos guerras. Pero en sociedades como la nuestra, con tiempos de paz muy sostenida, con crecimientos que tienden a estabilizarse –convenientemente, dice Piketty– entre el 1 y el 2% –sucede que unos pocos cada vez tienen más, se fijan a sí mismos sus propios privilegios, copan los accesos a las mejores universidades –Piketty detiene su atención particularmenten en la educación superior– establecen sus propias normas y las de los demás, y fijan sus propios impuestos. Al mismo tiempo aumenta la distancia con el resto y la desigualdad se hace más patente.
Las propuestas de Piketty son tan concretas que dan título a sus subcapítulos: un sistema fiscal verdaderamente progresivo, que no admita lo que sucede ahora en Estados Unidos o en Europa, donde los más ricos entre los ricos pagan proporcionalmente menos que los demás. Un impuesto “confiscatorio” del entorno de un 80% sobre las rentas del capital excesivas (intereses, rentas inmobiliarias, dividendos), y sobre los salarios de infarto que se autoasignan las grandes compañías, como el que se ha aplicado de hecho en Estados Unidos desde la Gran Depresión y hasta los años 80 del siglo XX. Un impuesto global a la riqueza –utópico reconoce el propio autor– que grave los ingresos no productivos. Por ejemplo sugiere Piketty, en un 1% si el ingreso es de entre 1 y 5 millones de euros, o en un 2 si los ingresos son superiores a 5 millones. O un incremento inmediato de la transparencia en las transacciones internacionales. Por ejemplo con una transmisión automática de los datos de la banca mundial.
Dos centenares de líderes de opinión europeos discutían el otro día en Amsterdam posibles medidas para “hacer que las políticas progresistas funcionen”. En Economía no estaban de acuerdo en nada. Para unos había que subir impuestos; para otros, bajarlos. Si alguien decía que había que imponer el impuesto de sucesiones, a otro eso le parecía casi trotskista. Basta mirar el lamentable manifiesto de los socialistas europeos para las próximas elecciones al Europarlamento, para constatar la lamentable vaguedad de la socialdemocracia y su aburguesamiento. Cómo no iba a ser así si en la propia Unión Europea se permite que haya paraísos fiscales como Luxemburgo o Andorra, o limbos como Irlanda o la propia Holanda.
Puede que en Piketty haya algo de marketing editorial y de este déficit de atención que nos aflige al ritmo de trending topics, pero creo que hay mucho más. Con conocimiento de causa, con elegancia, y sin dogmatismos Piketty le dice al mundo lo que el mundo intuye: Que hay una ínfima minoría con enormes e indecentes privilegios. Y también le dice al mundo lo que el mundo quiere oír: Que hay soluciones científicas, concretas y sí, de fuerte inspiración ideológica, para que eso deje de ser así.

Conversatorios ciudadanos


 

El viernes 27 de noviembre a las 19.30 horas, realizamos el primer conversatorio ciudadano en el Anexo de Chucarapi, comprensión del distrito de Cocachacra, en donde expusimos el: PLAN DE DESARROLLO CON JUSTICIA SOCIAL PARA LA PROVINCIA DE ISLAY 2015 – 2021, de diez puntos:

Desarrollo de Infraestructura.

1.- Plantas de tratamiento de agua potable y de aguas residuales. Y asfaltado y construcción de puentes, de todas las vías de la provincia de Islay.

Desarrollo Económico.

2.- Potencialización del Valle de Tambo: represa en la provincia, enrocado (defensas ribereñas) del río Tambo, sistema de canales y tecnificación de regadío, desinfección de las tierras de cultivo, ampliación de la frontera agrícola, reactivación del Laboratorio Entomológico de La Curva, instalación de la Oficina Comercial en el Valle de Tambo, impulso a la delegación agraria a la Feria APAS (Asociación Paulista de Supermercados) de Sao Paulo.

3.- Potencialización de la Pesca Artesanal: parque industrial de productos hidrobiológicos, ampliación y modernización del Desembarcadero Pesquero Artesanal de El Faro, prevención y protección del mar (especialmente de las cinco millas), de posibles contaminaciones.

4.- Feria Agro y Marina de Integración Provincial (distrito Deán Valdivia) y Plan de Negocio Justo agro y marino (acabar con los intermediarios).

Desarrollo Social.

5.- Elevar la calidad educativa y de salud con incentivos (a docentes y estudiantes, personal médico y afines) e infraestructura (mejores colegios y centros de salud): constitución del COPALE (Consejo Participativo Local de Educación), Proyecto Educativo (provincial y distritales), Educación Superior acorde a las inversiones y megaproyectos a realizarse. Plan Local de Salud consensuado con las municipalidades y sociedad civil.

6.- Reescribir la Historia de la Provincia de Islay y Plan de Cultura de impulso de la feria de libro, del teatro, arte y deporte. Calendario Cívico, Cultural, Turístico e Histórico de la provincia de Islay.

7.- Plan de Desarrollo Integral de la Juventud (prepararlos ante las inversiones y megaproyectos a realizarse) y del Adulto Mayor, parques recreacionales, de educación vial y reforestación de las lomas.

8.- Plan de Vivienda Popular e incremento de áreas y cinturones verdes (vecindarios saludables).

9.- Erradicar la desnutrición crónica infantil y la pobreza extrema.

Democracia e Institucionalidad.

10.- Democracia participativa: ciudadanos con derechos y deberes; creación de espacios de concertación y articulación intergubernamental, intermunicipal e intersectorial con participación vecinal; e institucionalidad: gobernantes eficientes y transparentes.

POR UNA PROVINCIA DE ISLAY DE PRIMER MUNDO

Comprometidos a participar por nuestro desarrollo.-

Los y las asistentes –recibieron el documento de trabajo del plan propuesto, para su conocimiento, análisis, debate, difusión y enriquecimiento- en donde está condensado temas de la realidad social y perspectivas de desarrollo. Quedándose en una próxima reunión en los siguientes quince días.

 

Beto lajo

Gastronomía El ají de gallina era dulce



¿Sabía que el padre del ají de gallina fue el "manjar blanco"?
 
El ají de gallina carga sobre sus espaldas el peso de un pasado dulzón. Con antecedentes más parecidos al postre que al segundo, nuestro tradicional plato tiene una historia particular que lo coloca casi como un hermano siamés del manjar blanco.
Corría el siglo XVI cuando proveniente de España llegó a nuestra capital el menjar blanc. “Una comida de cuchara que se tenía como delicadeza del paladar. Se presentaba como una crema espesa compuesta de pechuga de gallina, arroz, almendras y azúcar de unos ingredientes de origen árabe e ibérico”, cuenta el investigador español Juan Cruz.
En su artículo La Dulce Historia del Ají de Gallina, Isabel Álvarez, propietaria del restaurante El Señorío de Sulco, señala que años después la gallina se elimina del manjar blanco para ofrecerse en días de abstinencia y es así como hasta ahora es degustado en España, frío y dulce.
Sin embargo, a nuestro país llegaron ambas versiones: “El manjar blanco con pechuga de gallina, azúcar y espesado con harina de arroz y el manjar blanco sin pechuga de gallina, solo con azúcar y harina. Uno de ellos se queda sabiamente en la dulcería y el otro de dulce y monacal manjar se fusiona maliciosamente con nuestro seductor ají”, escribe.
Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios reales ensaya una explicación a la inclusión del ají. “Los de mi tierra son tan amigos del ají que no comen sin el aunque no sean unas hierbas crudas”. En esas épocas y quizá hasta estos tiempos persiste la tradición de echarle ají a todas las comidas.
El investigador gastronómico y profesor de historia de la gastronomía peruana, Rodolfo Tafur Zevallos cuenta que en 1839, el gobierno de Agustín Gamarra dicta el reglamento de la Venta de carnes y comidas en mercados, encargando a la Intendencia de la Policía su cumplimiento.
“Los gendarmes de la Policía Limeña al inspeccionar las diversas fondas y restaurantes de la ciudad, dan parte de un plato que era consumido por los parroquianos con deleite y este consistía en “hebras de carne de gallina con una sofrito de cebolla, ajos, ají y trozos pequeños de pan, acompañado de papas”, escribió en su artículo Historia del Ají de Gallina.
Así las cosas, desde 1839 hasta la fecha el ají de gallina no sufrió mayores cambios, salvo la incorporación de huevos duros cortados y de queso parmesano. Sin embargo, aún parece difícil de creer que un manjar blanco fue digámoslo así, el padre de la gallina.