miércoles, 4 de noviembre de 2015

Bailando con lobos


 

La militancia del partido aprista no da pruebas de existencia independiente. Su capacidad de crítica, e incluso de opinión, ha sido disuelta por el estado de crisis que se remonta a los años ochenta. No se conoce si las proximidades al PPC, un partido que pertenece al espectro político enemigo de clase del APRA, sea de su agrado. Ningún militante o afiliado, o simpatizante ha dicho esta boca es mía, y la cúpula que revolotea alrededor de Alan y más allá del poder de éste, al parecer con su silencio, ha prestado su conformidad ante tal hecho.
Hubo una época que compararnos con el PPC, por ejemplo, o situarnos en la derecha nos ocasionaba angustia principista, y rechazábamos estas asociaciones infelices, proclamando nuestras sustanciales e inquebrantables diferencias de fondo, y abrazábamos la copiosa munición ideológica, el tesoro de Haya, (y de muchos otros), desde nuestra fundación mexicana como un acto de fe metafísica de reafirmación.
Hoy la proximidad o fusión con las agrupaciones políticas de la otra orilla, es el ritmo moderno que impone la democracia burguesa, a la que debemos alinearnos forzosamente si queremos continuar bailando dentro de la nueva concepción de fiesta institucional de la partidocracia.

El peligro de tener la misma visión de los problemas, la misma identidad en los procedimientos, gestión y ofertas de gobierno, es que de esta manera, formal, el partido aprista consolida su pérdida de coherencia filosófica y de la dirección de su doctrina. El partido aprista convalida con esta clase de sordinas, la infección liberal pro imperialista que antiguamente y no tan antiguamente, acusábamos a los que ahora son (o podían serlo), nuestros aliados electorales.


Carlos Rodríguez
 








 
 

 

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