El tiempo apremia, la desconfianza crece, los incrédulos, los agnósticos se multiplican. Las horas pasan, como eslabones de cadena rojo blanco.
En el ambiente saturado, truenos, rayos y relámpagos, al promediar la mañana, bajo un sol inclemente, ingresan a la plaza mayor de la ciudad, los sindicatos, los gremios, las corporaciones lanzando gritos, enarbolando cartelones, pancartas, con las inscripciones alusivas a la causa.
A la paralización del transporte que ya es preocupante, se suma el magisterio. Doscientos mil profesores, hartos de martillar en oídos sordos, cansados de ser discriminados, arrojan la tiza al suelo, encarpetan los libros, cierran las aulas por tiempo indefinido y toman las calles que, en ocasiones se convierten en trincheras, en campos de batalla, con muertos, heridos y contusos.
Los docentes ponen el grito en el cielo, por el deplorable estado en que se encuentran los locales escolares a punto de colapsar; también por la postergación de que han sido y siguen siendo objeto, en lo referente a sueldos y salarios. Los que conocen el problema, con sonrisa torcida, dicen que el asunto se arreglará en las calendas griegas.
Para calmar los ánimos que amenazan desbordarse, el ministro de Economía recurre a la respuesta contundente; el gobierno se apoya en los argumentos que usaron y manejaron, los que ocuparon el solio: “No hay dinero, no hay disponibilidad, porque los mandatarios que salieron, dejaron vacías las arcas del Estado”.
Para los maestros, para el sector público, no hay plata, nunca hay disponibilidad y, sin embargo de esas arcas que dicen estar vacías, los burócratas, los asesores, los áulicos, sacan millones como quien saca agua del río, para apuntalar al Presidente, que ha decidido entornillarse; para comprar a los tránsfugas que pululan; para sembrar corrupción en todos los sectores.
A lo largo de las calles, jirones y avenidas, los maestros haciendo uso de megáfonos, sin pelos en la lengua dicen que, con los millones que derrochan los presidentes en sus viajes faraónicos, se puede construir y equipar escuelas, colegios; mitigar el hambre de los niños que agonizan en pobreza extrema, el abandono de los ancianos que sobreviven por obra de milagro. Dicen también que en esa desaforada carrera de quien viaja más, de quien se divierte mejor, hubo uno que ebrio de ambiciones galopantes, recorrió una distancia equivalente a treinta y dos vueltas alrededor del planeta Tierra y permaneció fuera del país, un año con 8 meses, 15 días, con gastos puntualmente pagados…¿Le tomaron cuentas, fiscalizaron?... Nada de nada y el pueblo, dando vueltas en torno al purgatorio…
Los maestros dan vueltas por la plaza, enarbolando sus boletas de pago, en clara demostración de la miseria que reciben, trabajando a tiempo completo, en comparación con las portentosas sumas que se llevan los intocables, las vacas sagradas, por permanecer apoltronados, como los césares de la decadencia.
Los profesores exigen un sueldo igual al que reciben los parlamentarios, porque han llegado a la conclusión, que ellos sí trabajan y cumplen con la Patria, en los desiertos de la Costa, en los gélidos páramos de la Puna, en los inhóspitos parajes de la Selva.
Los gritos, las marchas, las exigencias, para el gobierno de turno, no son sino manifestaciones de agitadores, de infiltrados que buscan desestabilizar la democracia…
Los docentes, como si no conocieran el suelo donde ponen los pies todos los días, piden, reclaman que, a la vanguardia del magisterio en pie de lucha, deben estar los padres de familia, los tutores, los apoderados, solicitando se implante en el país, una Educación de alto nivel; una Educación que convierta en cenizas el andamiaje apolillado que nos tiene postrados; una Educación que limpie el horizonte, que enseñe a amar y respetar al país y nos permita salir de los pantanos del Tercer Mundo, donde se ha entronizado la corrupción, la delincuencia, el vandalismo, el desempleo, la maternidad infantil, el secuestro traumatizante, la drogadicción que han convertido al país en el corral de Augías…
Los educadores, sin eufemismos ni floreos, gritan a los cuatro vientos que, los ciudadanos que llegaron al sillón presidencial, por la vía del “golpe”, por el camino de las ánforas o por la senda tortuosa de la mafia, fueron recibidos con vítores y aplausos, porque ofrecieron el paraíso.
Días después, despojados de la careta, cegados por incontroladas ambiciones, en las barbas del pueblo, los aventureros que ofrecen la gloria, se proclamaron autócratas con las manos orientadas a la caja fiscal… Los que llegaron ofreciendo el cielo, El Dorado, el Ofir; trabajo, bienestar, felicidad, al abandonar el sillón presidencial sólo dejaron escombros calcinados, desocupación, inflación inmanejable, mujeres abandonadas a su suerte. ¿Los Derechos Humanos? ¿Los Derechos del Niño? ¿El Ministerio de la Mujer? ¿El pueblo?... ¡Ah, el pueblo dando vueltas en torno al Purgatorio!
En la esquina de la Plaza Mayor donde se ha concentrado gran cantidad de curiosos y noveleros que han asistido, unos para presenciar el desarrollo de la protesta y otros para escuchar el verbo flagelante de los caudillos, se levanta la voz atiplada de un señor que sin rodeos ni circunloquios dice:
- Los señores profesores, trabajan medio día y, sobre el sueldo que no es una birria, reciben sumas adicionales por movilidad, refrigerio, tiempo de servicio, escolaridad, a lo que se agregan dos bonificaciones por concepto de Aguinaldo… Lo que cualquier ciudadano calificaría de exceso, los maestros consideran de bicoca, una limosna. Como ciudadano con derecho a levantar la voz, declaro con preocupación: ¿a dónde va a parar el Estado, si la parte del león se la llevan los maestros?
A poca distancia del señor, que ha lanzado dardos envenenados, se encuentra un hombre de mediana edad, ni muy alto, ni muy bajo; cetrino, exageradamente flaco. En opinión de los que viven en su barrio y lo conocen, se trata de un personaje atormentado por lo vientos martirizantes de la injusticia, torturado por la cicuta de la mentira que utilizan descaradamente, los que deberían enarbolar la verdad como bandera. El hombre enteco, considerando que en determinados momentos la mejor defensa es el ataque, decidido a romper lanzas, se enfrenta a los detractores:
- Los enemigos declarados del magisterio, deben ser disculpados porque no saben lo que dicen. Ellos y todo el mundo debe saber que, durante las vacaciones que no son de tres meses, los docentes, obligados por los míseros salarios, se desempeñan en labores muy ajenas a la profesión que eligieron: choferes, fierreros, pintores de brocha gorda… En este momento que se lanza barro con tanta facilidad, es preciso informar a los de arriba y a los de abajo, que en la hora más negra de la Historia, a los profesores que estudiaron y se quemaron las pestañas para guiar a los niños, a los jóvenes; cuando salieron a las calles, un día como hoy, a pedir homologación, equidad; en rápida y brutal respuesta, la guardia pretoriana, apresó a los dirigentes y, con premura digna de mejor causa, los embarcaron en un avión de carga. Sí, en ropas ligeras como se encontraban, cruzaron la Cordillera, a muchos grados bajo cero. Al final de la odisea, los depositaron en una sala inmensa sin puertas, sin ventanas, en el lugar más intrincado y malsano de la Selva. El espacio que debía ser ocupado y poblado por feroces asesinos, por las bestias violadoras de niños, por los secuestradores, fue ocupado por los que dedicaron su vida a la niñez, a la juventud…
- En determinados momentos –interviene un señor de barba blanca, defensor de los brutales métodos del gobierno– los que manejan las riendas del estado, deben poner mano dura, de lo contrario, se propiciaría el caos, la República se tornaría un infierno, para felicidad de los que buscan beneficios a río revuelto.
- Hasta la saciedad se ha demostrado que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír. Los que critican con proverbial mezquindad el reclamo de los maestros, ¿saben a cuánto asciende el pago mensual? ¿Están enterados de las sumas que les asignan por movilidad, por refrigerio, por escolaridad? Por concepto de aguinaldo, a los maestros les dan centavos, mientras que a los congresistas que pasan el tiempo viajando, durmiendo o enzarzados en discusiones bizantinas les llenan los bolsillos con sueldos completos, que todos miran con envidia y estupor –concluye el hombre enjuto.
- Poco o mucho, lo importante es que a los profesores, les pagan puntualmente todos los meses y, en las condiciones por la que atraviesa el país, eso ya es bastante –interviene un lechuguino.
- Los que conviven con trasgos y fantasmas, deben saber que en este continente y en este país, particularmente los maestros ocupan el último lugar en la escala de remuneraciones y, como si todo eso fuera poco, a los que pasaron cinco años resumiendo libros, escribiendo monografías, rindiendo exámenes con frecuencia y se graduaron con trabajos de prolija investigación ante jurados exigentes, los someten ahora a evaluaciones y los manejan por contratos de corta duración; ¿por qué? Porque la estabilidad laboral de hizo humo, por obra y gracia de los barbajanes, que ingresaron a la administración, como lo haría un elefante en una cristalería. Por ese camino, se llega a lo indecible, a lo que compromete las fibras más profundas. Para cubrir doscientas plazas vacantes, se presentan mil profesores desocupados. Los que no están en gracia de la diosa Fortuna, quedan varados, condenados a su suerte. En esta y en otras circunstancias parecidas, de oficio, ¿no debe intervenir el Defensor del Pueblo? ¿Los profesores no son parte del Pueblo? –deja oír su protesta una señora.
- A los que se obstinan en tapar la luz del sol con un dedo, a gritos hay que decirles, para que entiendan que los exámenes, que las evaluaciones, son procedimientos lícitos que se aplican en todos los países de vanguardia, porque fortalecen la administración y hacen manejable la marcha de las empresas. Las evaluaciones permiten seleccionar personal, buscar élites –manifiesta un señor defensor del gobierno.
- ¡Maravilla, maravilla! –grita fuera de sí el hombre enjuto, ante el asombro de los que ocupan la esquina. Sin inmutarse continúa exponiendo- Si las evaluaciones sirven para orientar, para mejorar el rumbo de las instituciones, para depurar y buscar élites, sería importante y de gran utilidad que, con ese mismo criterio evaluaran con excepcional esmero al Presidente de la República, a los Padres de la Patria, a los Ministros y a todos los que detentan altos cargos… Con la facilidad con que denigran al Magisterio; aunque sea por simple curiosidad, ¿por qué no comentan en todos los tonos los dieciséis sueldos que se llevan los parlamentarios? ¿por qué, a manera de simple entretenimiento, no conversan que, pese al tiempo transcurrido, nada se ha ganado con un Poder Legislativo formado por gente que sólo busca el sueldo?... ¿Por qué no dialogan, aunque sea en voz baja, de lo que hizo una dama que perdió los estribos, que pisoteó las reglas elementales del pudor, de la vergüenza y llegó al parlamento exhibiendo las nalgas, con un sueldo que envidiaría el Rey Midas?... Y, pensamos salir del tercer Mundo –con preocupación y tristeza comenta el hombre atormentado por la injusticia.
En el compacto grupo de la esquina, súbitamente todos callan. La filípica del hombre enjuto, ha calado hondo. En el ambiente que se caldea, un joven se mueve preocupado, con claras muestras de levantar la voz. Después de largo titubeo se anima a decir:
- Me dirijo a todos los que tengan oídos y quieran oír, a todos los que tengan ojos y quieran ver… Con marchas que alteran el ordenamiento, que afectan la propiedad, con gritos que retumban en las calles, con huelgas de hambre, con bloqueo de carreteras, con encadenamientos y muerte de inocentes ¿se ha ganado algo? ¿Culpables?... Grandes culpables, los que en forma egoísta, reclamaron, pidieron sólo para su sector. Si todos los que claman son trabajadores maltratados, postergados, ¿por qué la insensatez de salir solos, sabiendo que jamás serán atendidos? Los trabajadores han olvidado o no quieren entender la sentencia que, el gobierno maneja con excepcional esmero: “DIVIDE Y REINARÁS”.
En el silencio que se levanta como signo de preocupación, el joven continúa repicando, en los oídos de los que pueblan la esquina:
- Otra aurora alumbrará la tierra, el día que todos los marginados, los postergados, junten sus voces en un solo grito, para exigir respeto a los Derechos Humanos, a los Derechos del Niño; a los derechos de la Mujer… El día que el Magisterio, que el sector Salud, que los miembros del Poder Judicial, que Construcción Civil y todo el sector público sin excepción salgan y ocupen las calles, los sátrapas, los caciques, abrirán la caja fiscal; el pueblo será escuchado, porque la voz del pueblo es la voz de Dios –termina el joven transeúnte.
En el momento que los diálogos sacaban chispas, amenazando incendiar la pradera y la sangre pugnaba por llegar al río, ante el estupor de tirios y troyanos, como caído del cielo o brotado del suelo, en medio del compacto grupo, se presenta un señor de porte distinguido; terno azul, camisa blanca, corbata roja. Con el timbre de los que están acostumbrados a mandar, expone:
- Con extraordinaria paciencia y buen humor, he escuchado los diálogos, las controversias y en base a un simple análisis, puedo afirmar sin riesgo de error, que los planteamientos de los unos y de los otros, están fuera de foco. Todos están equivocados; totalmente equivocados. El joven que ha hecho uso de la palabra para pedir unión a los gremios y a los trabajadores en general, exhibe un criterio trasnochado. Olvida o no sabe que, hace tiempo alguien dijo: “Trabajadores del mundo uníos” ¿Se unieron?
Como picado por un alacrán, el hombre enjuto sale a la palestra para enfrentar al visitante.
- Con el respeto que merece toda persona y dada la forma exabrupta como se presenta, me permito preguntarle ¿es usted padre de familia, tutor, apoderado?
- Ni una cosa ni la otra –responde el visitante- intervengo en m condición de misionero y hago uso de la palabra, con el derecho que me confiere la verdad que debe orientar la vida y la conducta de todos y cada uno de los mortales: la Verdad, de la cual, a simple vista, ustedes se hallan a muchos años luz de distancia. Para cumplir tan importante como sagrada misión, se entiende que no debo suplicar ni pedir permiso al vecino. El poder del que estoy investido, me confiere inmunidad y autonomía en todo el planeta Tierra.
- Cuando se habló de la gran urgencia de unir a todos los trabajadores, se insinuó eliminar por esa vía a las diferencias abismales que separan a los seres humanos; mientras unos viven y duermen en palacios versallescos, otros viven y duermen bajo los puentes. Cuando en otro tiempo se invocó unión, la voz no se cumplió, porque inmediatamente se trató de imponer la dictadura del proletariado y toda dictadura lleva implícita la corrupción, el abuso, la explotación. En el caso nuestro, si los trabajadores no se unen, deben saber que están condenados a la miseria, al hambre, a la explotación, -aclara el joven que plantea la unión de todos los sectores.
- He ahí el gran error… La falsa concepción del mundo, lleva a las masas laborales a cometer desatinos, a no dar importancia a los principios rectores que determinan la organización social. Para que tengan una visión clara de lo que está definitivamente señalado y establecido, debo comunicarles que, cuando el ser humano apareció sobre la Tierra, ese género humano apareció dividido, separado por un río de fuego. En la orilla derecha, los que manejan la riqueza, los que detentan el poder. En la orilla opuesta, los que no disponen de nada.
Cuando los jóvenes que escuchaban en silencio los diálogos, los comentarios, oyeron la voz “río de fuego”, rieron a carcajadas y enseguida preguntaron:
- ¿En qué lugar del mundo se encuentra ese río, dónde nace y en qué mar desemboca?
- Ese río, jóvenes ilusos, se encuentra en todas partes; está aquí entre nosotros. No lo vemos, pero a cada instante sentimos los efectos demoledores de los pavorosos remolinos… Ustedes, por la edad que cruzan, guiados por la frivolidad, pueden reír cuanto quieran, burlarse cuanto les plazca, pero cuando vean con ojos desorbitados, la destrucción de todo lo creado, llorarán a gritos, implorando misericordia y la misericordia, no llegará.
Aprovechando el silencio que se levanta como signo de preocupación, el visitante sigue exponiendo con estudiada lentitud, como si el propósito fuera cincelar, grabar las ideas en la mente, de los preocupados ocupantes de la esquina:
- Para aclarar aún más el horizonte, debo agregar que en los lejanos y primeros tiempos, en un lugar de ensueño, nacieron del seno de una misma madre, dos hermanos de caracteres totalmente contrapuestos: uno, infatuado, megalómano, autoritario en grado intolerable. El otro, manso, humilde, sumiso como un cordero. Al amanecer de un día que el sol se levantó como una aurora polar, el perverso sujeto totalmente desquiciado por el odio, dio muerte al piadoso muchacho. En el cárdeno horizonte, quedó nítidamente diseñada la figura grotesca del primer asesino que, como parte integrante del género humano surgieron El Bien y El Mal.
- El pasaje truculento nos narra la historia de Caín y Abel –expone una señora.
- Efectivamente, se trata de Caín y Abel –continuó el visitante–. Con el paso de los siglos, los protagonistas de la tragedia, desaparecieron dejando herederos que gravitarán entre los seres humanos por los siglos de los siglos. Lo importante de esta historia, que tiñó de sangre al mundo, es como ya se ha dicho, que los sucesores del homicida en ese río de fuego, ocupan la orilla derecha, formando el clan de los privilegiados. Los legatarios de la víctima, seres desamparados, se debaten en la banda izquierda, condenados a la miseria, a recoger las migas que caen de la mesa de los poderosos. Por mandato del destino, los desastrados deben pasar la noche bajo la bóveda celeste, contando las estrellas… Así lo ha dispuesto la ley inmutable y eterna, contra la tal disposición, nada pueden hacer los seres humanos –concluye el visitante.
- Nos ha hablado de asuntos que generan inquietud, preocupación. De aquí resulta que en forma perentoria, necesitamos conocer la razón que lo obliga a permanecer entre nosotros, tomando en cuenta que nadie lo ha invitado. Además usted debe explicar en forma precisa qué es lo que se propone y a dónde quiere llegar –interviene el joven que habló de unificar los gritos.
- Me propongo –responde inmediatamente el visitante– demostrar que los seres humanos que pueblan la tierra, por más esfuerzos que hagan, por más lágrimas que derramen, jamás serán iguales. La desigualdad es la fórmula que permite mantener el equilibrio en el planeta. Las leyes inmutables, fríamente señalan que, unos tienen que estar arriba y otros abajo; que unos tienen que nadar en oro y otros ahogarse en la basura… Los pobres, los indigentes, los abandonados, convencidos que siempre serán maltratados, perseguidos por la adversidad; abrumados por el descomunal peso del hambre, con singular coraje y portentosa presencia de ánimo, han aceptado la realidad en toda su dramática y dolorosa dimensión: mendigar o morir –subraya el forastero.
- Mendigar o morir, río de fuego, leyes inmutables, fratricidio en el amanecer del mundo. Desigualdad total entre los seres de la especie humana. Por favor, diga en nombre de qué diabólica secta, predica y difunde semejantes monstruosidades; patrañas que llevan la inocultable intención de hacer comulgar a los mortales con ruedas de molino, sin sombra de respeto a la dignidad humana –interviene una señora de cabeza blanca.
- Con cerebro frío y ánimo despejado, dispuesto a captar, a entender la Verdad Inmutable, sería saludable y de mucha utilidad que grandes y chicos, jóvenes y ancianos, mediten con profundidad unos segundos, lo que ocurriría en el planeta que habitamos, si todos fueran ricos, poderosos, intocables. Ese nefasto día que Dios no lo quiera ni lo permita, aparecerán centuplicadas las feroces plagas que asolaron Egipto; en seguida, blandiendo espadas de fuego, por los cuatro horizontes avanzarán los jinetes del Apocalipsis. Para completar la pavorosa hecatombe, del cielo bajarán las remolinantes aguas del diluvio, para acabar con todo vestigio de vida en el planeta... De igual manera, el día que todos sean pobres, desastrados, mendicantes; ese día, la tierra se convertirá en un infierno; en un verdadero infierno, donde el hombre perseguirá al hombre para devorarlo… ¿eso es lo que ustedes quieren, a eso aspiran? –concluye el misionero.
- Su discurso, señor visitante –insiste el hombre enjuto– no sólo linda con lo absurdo, sino como caen y se desploman los castillos de barro. Para que usted escape del oprobioso círculo que lo obsesiona y lo domina, debo decirle en nombre de todos los aquí presentes y de todos los de más allá que, a nadie, absolutamente a nadie, se le ha cruzado por la cabeza, la peregrina idea de que todos los mortales sean ricos o que todos sean pobres. La preocupación permanente de los que tienen uso de razón, piensan y tienen familia, es que desaparezca la miseria, el hambre, el abandono; porque los seres humanos, por el simple hecho de ser tales, tienen derecho a una vida sin angustias ni sobresaltos… El hombre, por haber sido hecho a imagen y semejanza del Creador, debe disponer de una vivienda que lo preserve del frío, de la lluvia, también tiene derecho a una Educación que signifique formación total, para que pueda contribuir a la construcción del país que, hoy por hoy, está a punto de ser cargado por el diablo. Necesitamos un país donde los Derechos Humanos funcionen con la precisión de un reloj. Necesitamos seres humanos que no piensen con el bolsillo, seres humanos que no crean que el cerebro es la continuación del tubo digestivo –encorajinado expone el hombre enjuto que no da ni pie ni tregua.
- Lo expuesto hasta este momento –insiste el visitante– puede parecer absurdo, puede parecer incoherente pero, a la luz del análisis sereno, desapasionado, se puede ver que lo dicho, se ajusta exacta y matemáticamente al desarrollo de la sociedad humana… Lo que ocurre, hay que reconocerlo hidalgamente, es que el velo de lágrimas, que las sombras funestas que se cruzan, los golpes del hambre, no permiten a los indigentes, a los mendicantes, ver con claridad el final glorioso que les espera, al final del breve viaje terrenal.
- ¡Glorioso final!!! ¡Insulto a la miseria! ¡Blasfemia intolerable! Después de haber transitado todos los días por el espantoso valle de lágrimas; después de haber pasado por el tenebroso callejón sembrado de espinas; para los que transitaron día y noche por los pantanos, gimiendo y llorando para los que durmieron bajo la bóveda celeste, contando las estrellas, ¿se abre un final glorioso? ¡Ironía cruel, burla sangrienta! –Comenta el joven que cree en la unión de los trabajadores.
- Ni burla ni ironía, el momento no es propicio para burlas ni sarcasmos –responde con presteza el visitante–. Para penetrar en los arcanos que presenta y ofrece la vida, sólo se necesita sincera y profunda decisión de entender y aceptar lo que a simple vista parece imposible. Para los que llevaron con paradigmática resignación la pesada cruz del sufrimiento, del hambre, del abandono, al término de la vida terrena que es un pasaje breve; para ellos y nada más que para ellos, se abrirán de par en par las puertas luminosas de la gloria. Ellos y sólo ellos ingresarán al paraíso. En justo y merecido premio a todas las caídas, los desastrados se sentarán a la diestra del Todopoderoso, participarán con los ángeles, con los arcángeles y, en la dulce compañía de las once mil vírgenes, recorrerán los odorantes jardines celestiales. Los pobres y los humildes de corazón visitarán las sagradas fuentes donde se bañan los querubines; pasearán por los prados, donde descansan los santos, arrullados por el canto de las aves celestiales. Lo que lamentablemente ocurre es que los que con desesperación buscaron un pan, no tuvieron tiempo ni oportunidad de leer los libros que dicen, con claridad que aturde: “BIENAVENTURADOS LOS QUE SUFREN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE DE ELLOS SERÁ EL REINO DE LOS CIELOS”. La dicha, la felicidad de los pobres se prolongará por lo siglos de los siglos… Qué espera en cambio a los que nadaron en oro, a los que pasaron los días y las noches en bailes y saraos, a los que se hundieron en lagares de alcohol?
¡Ah, para ellos y sólo para ellos, se abrirán las llameantes puertas del infierno, en cuyos recovecos, los que ingresan encontrarán a los violadores de niños, a las feroces bestias secuestradoras; a los que hicieron de la mentira una profesión. Encontrarán también a los arrepentidos que claman una gota de agua… Todos ellos, junto a Lucifer, en justo y merecido castigo, arderán también por los siglos de los siglos; por los tiempos de los tiempos –concluye el visitante.
- El señor misionero –plantea el hombre flaco–, por falta de adecuada información o, por el deliberado propósito de ocultar la Verdad que dice predicar, no señala que también son “Bienaventurados” los que llenan el estómago, los que engordan y han descubierto “que después de esta no hay otra, porque de ellos es el reino de la tierra”… Con facilidad que asombra, el señor Misionero nos hace una descripción minuciosa del cielo y del infierno, como si en viaje de turismo hubiera recorrido esas mansiones.
- A los que niegan los misterios que encierra el arcano; a los que niegan todo, es preciso decirles con puntos y comas que, los que han nacido y viven en el sórdido mundo de la miseria, de acuerdo a la draconiana ley de la costumbre, permanecen tranquilos, inmutables. Lo que ocurre es que, allí donde reina la paz, la tranquilidad, allí se presentan los agitadores, los infiltrados, con el deliberado propósito de sembrar el caos, proclamando a voz en cuello que la injusticia es causa de la miseria, que el hambre crea indignación, lo que a la luz de la verdad, resulta totalmente falso, ridículo, porque lo que se conoce como injusticia, no es más que la expresión de la diabólica conjunción de los planetas que, señalan fríamente que, unos llegan al mundo para cumplir sumisamente órdenes y mandatos y, otros para ordenar, para imponer –concluye el misionero.
- Usted que recorre el mundo, sabe o debe saber que los pobres no son pobres, porque son pobres ni porque lo determinen los planetas, sino porque frente a ellos, se levantan los fantasmas aterradores del miedo, de la resignación, de la paciencia… Los pobres son pobres, porque no conocen los principios rectores que le dan sentido a la vida. Son pobres y resignados, porque nadie les dijo que “LA PERSONA HUMANA ES EL FIN SUPREMO DE LA SOCIEDAD Y DEL ESTADO: QUE LOS SERES HUMANOS SON TODOS IGUALES ANTE LA LEY, SIN DISCRIMINACIÓN DE NINGÚN TIPO”.
-Y, ustedes, dominados por la inocencia que los aplasta, creen que divulgando, proclamando a los cuatro vientos los principios rectores, como por arte de magia, van a desaparecer de la noche a la mañana, la corrupción, la injusticia, la explotación? Lo que no deben perder de vista es que las grandes masas de indigentes, continuarán sumidas en la miseria y, los de la orilla derecha, con los principios rectores o sin ellos, continuarán nadando en oro, seguirán inmersos en interminables francachelas, como en los mejores tiempos de Sodoma, con una sonrisa larga, –concluye el visitante.
- No. El mundo no cambiará de la noche a la mañana, sino cuando a los hombres les quiten las vendas y les demuestren que el río de fuego del que habla el misionero, está formado por la ignorancia, el temor, la resignación y la paciencia… El mundo cambiará, cuando los que recogen migas entiendan que ellos, como seres humanos, constituyen el fin Supremo de la sociedad y del Estado; el mundo cambiará cuando los desastrados entiendan que todos los seres son iguales ante la ley.
- ¿Y quién será el encargado de llevar a cabo la difícil como imposible misión?
- La tarea, la misión que no tiene nada de difícil ni de imposible la cumplirán a cabalidad los ciudadanos que se levanten con ínfulas de llegar a la Presidencia de la República, al Congreso, al sillón municipal. Sobre esta plataforma, se desarrollará la Educación; la Educación entendida como la formación total del niño, del adolescente que más tarde serán hombres probos, encargados de manejar el destino de los pueblos.
- La estructura de la sociedad y del mundo, no cambiará jamás. Los ricos seguirán siendo ricos y los pobres seguirán siendo pobres –plantea el misionero.
- Los reaccionarios tiemblan –responde el hombre enjuto- porque saben que, la tabla de salvación para los países que viven cercados por la corrupción, es la Educación, con maestros esmeradamente formados, con sueldo que les permita vivir con dignidad… ¿Se vislumbra otra solución? A los pueblos que mueren de hambre, que no tienen trabajo, ¿Los salvará la policía, el ejército, los sacerdotes, los médicos?
En cuestión de segundos, el compacto grupo de la esquina se desbandó por obra y gracia de la trifulca que se armó en el centro de la plaza…
Jorge Noé Pérez Rodríguez
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