sábado, 7 de noviembre de 2015

Una raza diferente

 



 

Hace pocos años tuve acceso al examen médico de reconocimiento practicado a la ciudadana Rosa Núñez. Me llamó la atención las pequeñas heridas cortantes, escoriaciones, hematomas y especialmente los desgarramientos del cuero cabelludo que incluían incluso mordeduras y escupitajos. Se habían ensañado más que con su rostro y cuerpo, con su cabeza. Según los criminalistas este tipo de agresiones a la cabeza busca desaparecer en la victima todo rastro de particularidad. Eso que sentimos como autonomía del pensamiento personal, que involucra obviamente la destrucción de las emociones adversas. Esta mujer cuyo nombre no decía nada pasó a ser de interés nacional para los medios porque se trataba de la mujer de César Acuña. Había acudido presa de un ataque de ansiedad a la comisaria de Trujillo. No había sido la primera vez. En esta ocasión el desencadenante fue la denuncia que le hizo sobre la relación espuria sostenida con Jenny Gutiérrez, y su papel de testaferro de sus bienes que no le permiten reclamar aquello que le corresponde.
Si existiera una valla ética este hombre jamás abrigaría sueños políticos. Estaría en la cárcel, o por lo menos respondiendo a un tribunal por sus crímenes, pero en el país, el personaje en mención se ha acomodado en un puesto expectante, según las encuestas, en la carrera hacia la presidencia de la república del Perú.

 
Carlos Rodríguez

 

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