El legendario compositor nació en Bonn el 16 de diciembre de 1770. Su obra sigue marcando la música contemporánea dos siglos y medio después.
Siendo medio sordo e hijo de un tenor de poca monta, Beethoven solo podía acabar de dos formas: o como un infeliz o como un compositor de gran éxito. Sin duda fue lo segundo y todo apunta a que también fue lo primero. Este jueves se cumplen 245 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, uno de los compositores más grandes de la historia de la música.
La tradición musical de la familia Beethoven había empezado dos generaciones antes de Ludwig con su abuelo, llamado igual que él, y con su padre, Johann van Beethoven. El primero fue un músico que emigró desde Flandes a Bonn y el segundo, un tenor que además daba clases de piano y violín para ganarse el pan.
Precisamente fue su padre quien empezó a dar clases musicales a Ludwig en cuanto supo del talento musical del retoño. Nunca se ha terminado de comprobar, pero la leyenda dice que Johan fue un profesor duro para su hijo: lo que sí es una certeza es que la primera actuación pública de Beethoven al piano fue con seis años, aprovechando su padre las habilidades del niño-prodigio.
Con 11 años Beethoven ya empezó a trabajar como organista y su carrera siguió desarrollándose tanto que con 17 viajó a Viena, la capital musical del momento, y cinco años más tarde se instaló definitivamente allí. Fue en esos años en los que conoció a otro gran compositor, Joseph Haydn –Mozart también era uno de sus contemporáneos, aunque se desconoce si llegaron a conocerse–, quien se convirtió en nuo de sus grandes mentores.
Antes de explotar como compositor se dio a conocer por Viena como un virtuoso intérprete del piano, donde tocaba en salones para la nobleza. No fue hasta el inicio del siglo XIX cuando su fama como compositor le comenzó a acompañar, después de que se publicaran la Primera y la Segunda Sinfonía. Irónicamente, ya hacía tiempo que había empezado a perder el oído: desde 1796 sufría de tinnitus, un fenómeno que hace escuchar un zumbido ocasionalmente, una sordera cuyas causas no están muy claras.
Sordera, desamor y otras enfermedades
Desde ahí, los problemas auditivos de Beethoven fueron a peor, hasta tal punto que se planteó el suicidio. Seguramente no ayudó lo traumática que pareció ser también su vida sentimental: enamorado varias veces, le propuso matrimonio a Therese Malfatti, a quien después le dedicó la bagatela «Para Elisa», una de sus composiciones más famosas. Lo lógico es que se hubiera llamado «Para Teresa», pero parece que uno de sus discípulos malintepretó el nombre de la dedicatoria.
Tras la muerte de su hermano por tuberculosis, y también sufriendo Ludwig varias mermas en su salud, Beethoven se obsesionó con llevarse la custodia de su sobrino Karl ante la viuda de su hermano. La consiguió e intentando criar a Karl bajo sus férreos estándares morales, su sobrino intentó suicidarse en 1826. No lo consiguió y se reconcilió con el tío Ludwig, pero terminó por unirse al ejército.
Beethoven siguió siendo un compositor prolífico durante los últimos años de su vida, pese a que ya estaba completamente sordo y acuciado por las deudas. Su salud siguió empeorando y pasó gran parte de sus dos últimos años en cama. Murió el 26 de marzo de 1827, y la autopsia determinó que su hígado estaba muy dañado: sus últimas palabras registradas fueron para quejarse porque le habían regalado unas botellas de vino que ya no podría beber. Aquella noche hubo una gran tormenta en Viena.
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