Hace
pocos años tuve acceso al examen médico de reconocimiento practicado a la
ciudadana Rosa Núñez. Me llamó la atención las pequeñas heridas cortantes,
escoriaciones, hematomas y especialmente los desgarramientos del cuero
cabelludo que incluían incluso mordeduras y escupitajos. Se habían ensañado más
que con su rostro y cuerpo, con su cabeza. Según los criminalistas este tipo de
agresiones a la cabeza busca desaparecer en la victima todo rastro de particularidad. Eso que sentimos como autonomía del pensamiento
personal, que involucra obviamente la destrucción de las emociones adversas.
Esta mujer cuyo nombre no decía nada pasó a ser de interés nacional para los medios
porque se trataba de la mujer de César Acuña. Había acudido presa de un ataque
de ansiedad a la comisaria de Trujillo. No había sido la primera vez. En esta
ocasión el desencadenante fue la denuncia que le hizo sobre la relación espuria
sostenida con Jenny Gutiérrez, y su papel de testaferro de sus bienes que no le permiten
reclamar aquello que le corresponde.
Si existiera una valla ética este hombre jamás abrigaría sueños políticos. Estaría en la cárcel, o por lo menos respondiendo a un tribunal por sus crímenes, pero en el país, el personaje en mención se ha acomodado en un puesto expectante, según las encuestas, en la carrera hacia la presidencia de la república del Perú.
Si existiera una valla ética este hombre jamás abrigaría sueños políticos. Estaría en la cárcel, o por lo menos respondiendo a un tribunal por sus crímenes, pero en el país, el personaje en mención se ha acomodado en un puesto expectante, según las encuestas, en la carrera hacia la presidencia de la república del Perú.
Carlos Rodríguez
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