martes, 26 de enero de 2016

Efemérides : terremoto en Lisboa, 1531

 
 
El terremoto de Lisboa de 1531 fue un desastre natural ocurrido en la madrugada del día 26 de enero de 1531, de aproximadamente 8 en la escala de Richter cuyo epicentro se suele situar entre Azambuja y Vila Franca de Xira (Portugal) y destruyó parcialmente a Lisboa. Las regiones de Alentejo y Ribatejo se vieron también gravemente afectadas. El terremoto produjo un maremoto o tsunami que hizo que la desembocadura del Tajo descubriera su lecho en las cercanías de Lisboa y en el mar se perdieran numerosos barcos.
Desde el 7 de enero se habían venido produciendo leves temblores de tierra, pero el 26 se desató el más grave, cuando a comienzos de la madrugada la tierra tembló tres veces; por tradición se asigna un número de 30.000 víctimas a este desastre.
Son escasos los testimonios históricos conocidos del fenómeno; uno de los principales es la relación que hizo Antonio de Castilho, hijo del arquitecto João de Castilho, describiendo los daños en Lisboa, en particular en el Rossio, donde se derrumbó la iglesia de Nuestra Señora de la Escalera. En la Rua Nova, calle principal de Lisboa, se desplomaron numerosos balcones y muchos edificios se abrieron con enormes grietas. Una parte del palacio real (o Palacio de Ribeira) sufrió graves daños. La Torre de Belem y el Monasterio de los Jerónimos de Belem también fueron dañados gravemente. El Barrio Alto fue construido para responder a la destrucción causada por este terremoto, que afectó sobre todo a la región entera de Lisboa y el Valle del Tajo. Una carta anónima en castellano al marqués de Tarifa Fadrique Enríquez, describe la destrucción de la ciudad incluyendo la calle Hornos, donde muchas casas se vinieron abajo, y la Rua Nova; refiere también el terror de la gente, que dormía vestida a fin de escapar a la primera señal de un nuevo terremoto.[1] García de Resende, en su Miscelânea e Variedade de Histórias (1554), escribió sobre esto:
Quienes con miedo habían / dejado casas y granjas, / en campos y plazas dormían, / en tiendas y chamizos, / casas de ramas hacían / las más de las noches velando, / temiendo y recelando, / porque el temor no cesaba. / La gente pasmada andaba / con miedo, esperando muerte[2]
Los monjes de Santarém relacionaron el desastre de la ciudad con la presencia de judíos o más bien cristianos nuevos, ya que los judíos fueron expulsados durante el reinado del rey Manuel I de Portugal. Gil Vicente combatió este intento culpabilizador en una carta leída ante los propios hermanos, atacando los sermones de los clérigos, que aterrorizaban a los fieles diciéndoles que los desastres eran resultado de la ira divina contra el pecado de los hombres. Con el mismo propósito esclarecedor, escribió una carta a Juan III condenando la persecución de los judíos. Una acusación similar, entre otras, se reiterará en el desastre del año 1755.
Más datos ofrecen las obras de Christopher Rodrigues de Oliveira Lisboa 1551, y Em que brevemente se contêm algumas coisas assim eclesiásticas como seculares que há na cidade de Lisboa; en Grandeza e Abastança de Lisboa em 1552 de João Brandão (de Buarcos) y en la Descrição da Cidade de Lisboa de Damião de Góis. Un grabado de Georgius Braun Agrippinensis, perteneciente al primer volumen de Civitates Orbis Terrarum, publicado en 1593, permite comprender mejor estos libros, todos ellos publicados en endiciones recientes, prologados y anotados por José da Felicidade Alves. Otro libro de António Borges Coelho, Ruas e Gentes na Lisboa Quinhentista, muy ilustrado, muestra también la ciudad entre los terremotos de 1531 y 1755.[3

Carl Sagan, el explorador

 
 
 
Los logros de Carl Sagan como divulgador han dejado en la sombra sus contribuciones al avance de las Ciencias Planetarias. Sin embargo, fue Sagan quien primero propuso que la superficie de Venus estaba a alta temperatura, y que esta situación era el resultado de un poderoso efecto invernadero causado por la composición de su atmósfera. Esta solución, que hoy nos es tan familiar, era realmente atrevida en los años 60.
Fue Sagan asimismo uno de los primeros científicos en enfrentarse con la paradoja de los canales marcianos: ¿cómo había podido circular agua líquida en un planeta cuya atmósfera es tan tenue como la estratosfera terrestre? Un enigma que aún sigue dando pie a nuevas hipótesis, y que Sagan intentó resolver imaginando un flujo subglacial, es decir, con el agua protegida de su evaporación instantánea por una cubierta de hielo.
Por último, si queremos seguir recordando a Sagan como un explorador, podemos pensar que la sonda Cassini-Huygens, hoy en camino hacia Saturno, navega guiada por un descubrimiento suyo: el espectro de la atmósfera de Titán delata la presencia de compuestos carbonosos que él llamó tolinos, y que podrían representar un laboratorio real de química prebiótica. Así, desde comprender por qué un planeta se volvió imposible para la vida hasta la intuición de cómo pudo ser la química anterior a la vida, pasando por la evolución hidráulica de un planeta que pudo contenerla, Carl Sagan dejó la huella de su genio por todo el Sistema Solar. En la época plena de descubrimientos que se abre ante nosotros, tendremos ocasión de recordarle repetidamente.
Francisco Anguita Virela
Geólogo Planetario
Universidad Complutense de Madrid (UCM)
España