miércoles, 16 de diciembre de 2015

Las webs de piratería ganan millones por instalar malware

 

***El malware (del inglés malicious software), también llamado badware, código maligno, software malicioso o software malintencionado, es un tipo de software que tiene como objetivo infiltrarse o dañar una computadora o sistema de información sin el consentimiento de su propietario. El término malware es muy utilizado por profesionales de la informática para referirse a una variedad de software hostil, intrusivo o molesto.[1] El término virus informático suele aplicarse de forma incorrecta para referirse a todos los tipos de malware, incluidos los virus verdaderos.
El software se considera malware en función de los efectos que provoque en un computador. El término malware incluye virus, gusanos, troyanos, la mayor parte de los rootkits, scareware, spyware, adware intrusivo, crimeware y otros softwares maliciosos e indeseables.
 

Las páginas web de piratería ganan al año 70 millones de dólares por instalar malware en los ordenadores de los usuarios, según revela un estudio que ha llevado a cabo la empresa de seguridad informática RiskIQ por encargo de la Digital Citizens Alliance (DCA).
De acuerdo con el documento, los portales de descarga de películas, series, juegos y otros contenidos piratas constituyen una importante amenaza para los usuarios, ya que este tipo de sitios web ganan una importante suma de dinero al cabo del año por instalar virus que permitan a los cibercriminales robar los datos bancarios y la identidad de las víctimas. 
 
Para llevar a cabo su estudio, RiskIQ analizó una muestra de 800 páginas de descarga de contenidos pirateados. Los resultados fueron bastante contundentes: encontraron malware en uno de cada tres sites de estas características.
 
El documento también recoge que el 45% del malware se instala en el dispositivo de manera clandestina, infectando el ordenador sin que el usuario se entere.
Una vez que el software malicioso se encuentra en el equipo, puede obtener la información de la tarjeta de crédito, buscar información privada, robar la identidad de la víctima o incluso secuestrar el ordenador y exigir un rescate para desbloquearlo.
 
"Está claro que los criminales que explotan contenidos robados se han diversificado para ganar más dinero molestando a los usuarios con vídeos y canciones publicitarias, y también robando sus documentos de identidad e información financiera", señala Tom Galvin, director ejecutivo de la DCA. 
Los investigadores de seguridad tienen claro que las webs de descargas piratas aprovechan los contenidos como cebo para atraer a los usuarios y después instalarles software malintencionado. Por eso, las personas que visitan este tipo de portales tienen 28 veces más probabilidades de infectarse con malware, adware y spyware
El estudio considera que las ganancias de estas páginas son de 70 millones de dólares al año haciendo una estimación basada en los datos del Informe de Transparencia de Google. Los autores señalan que se trata de una aproximación y que no es posible establecer la cifra real debido a la falta de datos, pero en cualquier caso aseguran que es un negocio redondo para los cibercriminales.

Moralistas, contestatarios y cínicos


Katia Araujo, ha publicado y editado el libro “¿Se acata pero no se cumple? Estudios sobre las normas en América Latina” (LOM Ediciones, Primera Edición 2009, Colección Escafandra). Ahí se encuentra el estudio: “Moralismo, contestación y cinismo como posiciones de enunciación de los juicios morales en la juventud peruana” de Gonzalo Portocarrero (págs. 57-87); el autor explica: “En el presente análisis, se trata de reconstruir las razones por las que los jóvenes de distintos sectores sociales identifican ciertos comportamientos como justificables o injustificables. Para ello, hemos trabajado con 10 grupos focales en tres diferentes ciudades peruanas: Lima (4), Cuzco (3) e Iquitos (3)” (pág. 57). Nos dice también “El propósito era básicamente reconstruir en qué medida los jóvenes justifican las transgresiones a la moral dominante o pública, y, desde luego, conocer las razones que fundamentan sus juicios” (pág. 57).

La posición moralista.-

El autor encuentra “tres ‘posiciones de enunciación’, tres perspectivas”, pasa a describirlas “La primera conviene nombrarla ‘moralista’ y definirla como un apego irrestricto a las normas. Las normas se ‘aplican’ de manera que las conductas se justifican cuando se corresponden a esas normas, y no se justifican cuando las transgreden” (pág. 58).

La posición contestataria.-

“La segunda posición la hemos llamado ‘contestataria’, pues, efectivamente, contesta la universalidad de las normas en función de analizar las circunstancias concretas que definen una situación, el contexto de una acción. Entonces, bien pudiera ser que la prudencia o la necesidad haga eventualmente aconsejable el transgredir una norma” (pág. 58).

La posición cínica.-

“Para la tercera posición, la ‘cínica’, la ley no suscita ningún sentimiento de obligación, de manera que se justifica como bueno todo lo que me resulta conveniente, todo lo que incrementa mi goce” (pág. 58).

Posiciones y grupos focales.-

También leemos en el trabajo de Gonzalo Portocarrero: “La primera enunciación, la moralista, se encuentra igualmente presente en todos los grupos focales. La segunda, la contestataria, aparece solo en los grupos compuestos por jóvenes de clase media. La tercera, la cínica, surge en los grupos de jóvenes marginales” (pág. 63).

Usted ¿dónde se ubica?

Este trabajo nos debe hacer reflexionar y autointerrogarnos: ¿Con cuál posición me identifico? Particularmente, considero extremas, las posiciones moralista y cínica, prefiero la postura contestataria, pero eso sí, siempre y cuando con ello busquemos y encontremos la equidad y la justicia.

Beto Lajo